Con esta pregunta se puede iniciar una situación muy angustiante.
Imagina a un hombre que esta con su hijo de pocos meses de edad, en el balcón de su casa, lo tiene cogido entre los brazos.
De repente aparece un pensamiento por su mente. Se imagina tirando a su hijo al vacío.
Todo se para en ese momento.
Es horrible, se dice. Si lo he pensado puede ser que quiera hacerlo.
Y si quiero hacerlo…
Entonces empieza encontrarse realmente mal, se mete dentro de casa y cierra el balcón.
¿Pensar algo significa hacerlo?
¡NO!
Pero, no es tan sencillo
Este padre probablemente sabe que eso es imposible.
Si el quiere a su hijo, como va a ser capaz de tirarlo por el balcón, pero y si…
Las personas descartamos pensamientos a diario.
Pero las ideas que descartamos son aquellas a las que no otorgamos protagonismo, no nos resultan relevantes.
Cuando un pensamiento nos importa
Cuando aparece en nuestra mente un pensamiento que nos importa y además está relacionado con un peligro para otros o para nosotros mismos, todo cambia.
Le damos importancia.
Si además resulta contrario a nuestras ideas, creencias, valores. Le damos más importancia todavía.
Cuando damos importancia a un pensamiento, es como si lo marcáramos con un fluorescente.
Si el pensamiento nos gusta, encaja con nosotros y sus consecuencias son positivas, nos produce verdadero placer rememorarlo.
Si el pensamiento nos disgusta, no encaja con nosotros y tiene consecuencias negativas, podemos sentir verdadero terror al rememorarlo.
Y si el terror se pudiese hacer real.
Si este padre empieza a decirse a si mismo, si lo he pensado, realmente existe la posibilidad de que pueda lanzar a mi hijo.
La pesadilla ha comenzado.
Tenemos un pensamiento que se repite a lo largo del día sobre algo que nos parece horrible y que pensamos, podríamos llegar a realizar.
La evitación del peligro
La ansiedad tiene un amigo frecuente, la evitación.
Este padre, comenzara a evitar posiblemente, salir con su hijo al balcón.
Bueno… puede pensar, no salgo con él al balcón y ya está.
Pero no resulta tan sencillo.
El problema de una posible generalización del pensamiento
No resulta tan sencillo, debido a que lo frecuente es que una vez damos importancia a un pensamiento, este se generalice.
Pensar que puede arrojar a su hijo al suelo, cada vez que lo coja en brazos, es un ejemplo de generalización.
La cosa se complica.
Que hay detrás de este miedo
Este miedo es conocido como fobia de impulsión y se trata de un miedo a realizar un acto que se ha imaginado o pensado previamente.
La raíz fundamental es; si lo puedo pensar, también es posible que lo pueda, lo quiera, desee realizar.
Los pensamientos causantes de este miedo suelen ser contrarios a nuestra forma de ser.
Las consecuencias de una fobia de impulsión
Las consecuencias de este temor pueden ser muy negativas para la persona incluso incapacitantes.
Si este hombre no puede coger a su hijo, es posible que no pueda cuidar de él.
Es posible que tenga que acompañarlo siempre otra persona, cuando esta con su hijo.
En definitiva, un pensamiento acaba atando nuestra vida a él, limitando nuestro radio de acción y haciéndonos sentir atrapados.
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